Iban sus pies arrancando líneas en la
arena,
con los dedos coloreó con nada los
atardeceres,
regando el color del cielo con miradas.
Lanzó al vuelo más de mil promesas
que sin dueño ni sentido,
regresaron al ritmo de las olas.
Con sabor a sonrisa, anulaba las
mañanas,
comiéndose a besos cada noche,
cada sueño, cada playa.
Llegaron nubes cargadas de helados
recuerdos,
armadas con valores congelados,
con inviernos amaestrados;
aquí comenzó la lluvia a crear
espadas,
el aire silbó en silencio,
el fuego quemó lo que en llamas ardía,
y la tierra arrancó la seguridad que a
su corazón brindaba.
Mil penas asediaron a su almohada
creando en cada luna realidades
separadas,
separadas del sentido, de la razón,
del corazón.
Un día bañarse en lágrimas quería,
esa soga atada en el miedo abrazaba con
ternura sus muñecas,
impidiendo el hundimiento de su pelo.
Ella solo quería volar en la sonrisa
del sol,
bailar en los pétalos de una flor,
correr por ese oscuro campo hasta
fundirse con su olor.