lunes, 6 de junio de 2016

Forzado final. Pergamino fatal.

Adiós.
No ha sido capricho.
No ha sido locura.
Ha sido bonito 
soñar con escorpiones y lunas.

Al pez le dice la virgen
"hasta nunca",
el pez, que hasta que nos volvamos a ver.

Duele tanto a veces,
que siempre lloro.
Se acabó escribir, 
se acabó mirar,
se acabó sentir.




                                                            A la mierda la primavera.

viernes, 19 de febrero de 2016

(te) Escribo de menos

Escribía sobre ti,
leía sobre mi,
pero siempre pensaba en nosotros.
¿Existirá un destino que vuelva a juntarnos?
¿O viviremos siempre rehuyendo las miradas del otro?

Odisea vivió Homero,
y lo que teníamos se quedó sin nombre;
querido, hicimos literatura de nuestra alma,
y ahora ni nuestra alma junta la cama.

Escribí poemas al sol,
me deshice con la luna,
y es que cada vez que te leo
me inunda la amargura.

Fue contigo y fue sin mi,
fue belleza y comedia,
quizá algún día sea eterno
y olvidemos la cabeza.
Fue conmigo y fue sin ti,
pero el caso es que
todavía me siento fuera de mi.

¿Será posible la imagen vacía 
que solo se encuentra en tus versos?
¿Podrán de tus jirones hacer un ente
entero que consolide mi suelo?

Escribí sobre mi y me leí en ti;
escribí sobre cualquier playa,
y dios me libre de irme por las ramas.
Escribí sobre ti y jamás te vi en mis veros,
jamás supe si había más,
jamás volví a leer tus besos.

Fue contigo y fue sin ti,
y sigo leyéndome a mi;
al final no puedo vivir sin ti,
Fue conmigo y fue sin mi,
y las estrellas guiaron mi voz,
dejando todo en el suelo ciego,
sin saber lo que será otro amor.

¿Serán el destino o tus versos
los que vuelvan a juntar a tu poesía con mi pecho?
¿Volverán las golondrinas a cantar
cuando vean que el tiempo no se ha cansado de esperar?

Escribí conmigo y fue sin ti,
parecía volar en un laberinto,
pero no supe escribir sin ti.
Escribí contigo y fue sin mi,
y de buscar tus señales,
no supe vivir sin ti.

Y es que, al fin y al cabo,
decimos que el final ha llegado,
pero leo y yo en ti no he acabado,
te escribo de menos,
y mi alma de ti no se ha olvidado.



Dejarte o dejarme

jueves, 15 de octubre de 2015

Maté a una actriz insomne.

Ella salió a hacer lo único que sabía hacer,
pobre desgraciada,
en su mirada pude sentirla morir,
pude verla desaparecer.

Estaba teñida entera de blanco,
y gritaba "mírame" de la forma mas asquerosa.
Decidí entender "dispárame" y lo hice,
sintiendo su alma fuera del drama.

No quedó en el escenario espacio para el tiempo,
no había luz para iluminar el talento,
solo existió la fuerza para marcar el desvanecimiento.
Solo quedamos ella y yo,
ella se derretía,
y yo supe quemarla viva.

Todos lo vieron,
y jamás hubo una tragedia tan aclamada.
Todos aplaudieron y rieron,
y en su último verso, 
con su último aliento
alzó las manos al cielo,
y me lanzó un beso.

Bebí la felicidad que irradió al sentir la bala,
al sentirme a mi en su pecho,
al ver como la mataba.

En un breve instante se volvió brillante,
le creció el pelo,
se le arrugó toda la cara,
se le olvidó vivir joven..
Se lo había entregado todo al que siempre fue su amante.

Finalmente proyectó su último pensamiento,
todos vimos su maldita primavera,
el tacto de lija de sus manos,
lo aterciopelado de sus ojos,
el gris de la lluvia y el verde de su vida.


Sé que cerró los ojos para siempre,
pero nunca imaginé que no volvería a dormir como lo hacía como cuando soñaba conmigo.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Y de repente llovió sobre mojado.

Y de repente bebes agua,
cuando no hay aire para morir de sed;
el corazón hace estragos de plata
como excusa para poderle ver.
Pobre tú, que de repente corres en verde
cuando tu mente desaparece,
aunque hace tiempo que atardece.

Y de repente se despierta en ti el pasado,
cuando crees que ya la vida
sin comer, se ha terminado;
desgracia en tus manos,
que con hielo se han quemado..
y por lo pronto no parece que este árbol haya mudado.

Y de repente ni te sorprende,
ni parpadeas al tocar madera,
cuando por un segundo cada tocón,
cada canto temerario,
te dolió cual primavera.
Destino implacable el que,
de repente,
a golpes acuna tu cabeza.
Destino cruel el que,
avisando,
a tu huracán llamó "Torpeza".

Y de repente el Sol,
tierno desgarro del pasado,
que como homenaje silencioso
hace música de lo que has besado;
apiádate de ti, 
corazón,
que el no querer no es olvidado,
más lo que una vez dolió,
siempre será admirado.

Y de repente de rodillas te cortaste el alma en dos, 
para poder seguir en este lado,
sin poder que vivir lo que el odio ha borrado.

lunes, 10 de noviembre de 2014

El cuento de Noviembre.





Cuando en el mundo no reinaba más que la pasión por el presente y el destino estaba guiado por la luz de las estrellas, nació del amor del río y el brillo de la luna un puente que unía dos vidas diferentes, totalmente opuestas.
El Puente crecía año tras año sintiendo lo que sus padres le iluminaban, con el estricto pensamiento de que el amor, tan bello y fuerte, solo servía para hacer daño, pues solo les había servido para sufrir en la distancia la lejanía que sentían separados el uno del otro.

Una noche de otoño el Puente experimentó lo que sería el inicio de su nueva vida, de la rebelión contra las enseñanzas de sus padres; una niña pequeña hija del aire, se sentó en la parte más alta del puente balanceando sus pies mientras bañaba sus ojos en lágrimas. Del otro lado del Puente apareció un niño, hijo de la tierra y los cultivos, y viendo a esta niña llorar se sintió intrigado y se sentó a su lado cogiéndole de la mano, guardando silencio hasta que la niña dejó de llorar.

Desde entonces todas las noches se repetía el mismo suceso, un niño y una niña amando el silencio, cogidos de la mano, observando como la luna se intercambiaba con el sol; su señal de despedida.


Las estaciones iban y venían, pero había algo que permanecía, y era ese amor puro que despertaba en lo más profundo del Puente una sensación indescriptible. Según pasaban los años, éste fue haciendo crecer de él flores con las que hacer sonreír a la dulce muñeca y un lecho de musgo para cuando, ya maduros, los dos sintieron el impulso de contarse los lunares alumbrados por el ruido de sus besos.

Algo había invadido el alma del Puente, le volvía loco, esperaba todas las horas del día con ansia para sentir sus cuerpos en esa armonía que desprendían sus corazones, no concebía el mundo cuando el vaivén de sus besos se retrasaba un par de suspiros...

Fue el invierno, el eterno asesino del otoño, el que hizo comprender al Puente lo que en su alma se removía desde hacía tantos años.

Cuando la luna aparecía helando el paisaje helado, el Puente aceleró sus pensamientos anhelando la llegada de aquellos dos enamorados... dos enamorados que quedaron congelados en el tiempo, pues sus pies no volvieron a cruzar en abrazos el Puente que tan nervioso esperaba su llegada.
Derribado ya su espíritu comprendió lo que le había estado sucediendo durante tanto tiempo, y es que su pedregosa alma se había visto envuelta en la más bella de las fuerzas, y había caído en el "error" del que le habían hablado sus padres; se había enamorado del amor.

La esperanza le obligó a esperarles atenuando la intensidad de su ansiedad, hasta que llegó el momento en el que los dos amantes se fundieron en un bello recuerdo que brillaba más allá de las estrellas.


Pensaba en ellos, pero nunca supo que ella, hija el aire, y él, hijo de la tierra, se vieron obligados a cruzar un puente que les separaba.

Él salió a surcar los vientos.
Ella echó raíces.


miércoles, 29 de octubre de 2014

Sus dedos teñían lunas.

Iban sus pies arrancando líneas en la arena,
con los dedos coloreó con nada los atardeceres,
regando el color del cielo con miradas.

Lanzó al vuelo más de mil promesas
que sin dueño ni sentido,
regresaron al ritmo de las olas.

Con sabor a sonrisa, anulaba las mañanas,
comiéndose a besos cada noche,
cada sueño, cada playa.

Llegaron nubes cargadas de helados recuerdos,
armadas con valores congelados,
con inviernos amaestrados;
aquí comenzó la lluvia a crear espadas,
el aire silbó en silencio,
el fuego quemó lo que en llamas ardía,
y la tierra arrancó la seguridad que a su corazón brindaba.

Mil penas asediaron a su almohada
creando en cada luna realidades separadas,
separadas del sentido, de la razón,
del corazón.

Un día bañarse en lágrimas quería,
esa soga atada en el miedo abrazaba con ternura sus muñecas,
impidiendo el hundimiento de su pelo.
Ella solo quería volar en la sonrisa del sol,
bailar en los pétalos de una flor,

correr por ese oscuro campo hasta fundirse con su olor.


lunes, 20 de octubre de 2014

Atlántida en las copas de los árboles.

Son esos días de color indefinible,
de aroma desconocido,
de manos y ojos que ni tocan ni despiertan.

Hay una brisa que me atraviesa,
me susurra y me empuja;
me duerme y me destruye,
me limita y me da alas.
De vez en cuando su voz torna en palabras,
alarga sus brazos, me mira en el alma...
y me borra las miradas.

Son esos días que repites cada paso,
que no sientes las horas,
que alumbras cada rastro y buscas,
buscas lo que nunca sabes si has perdido o has dejado,

De repente es olor a cerveza,
algo nuevo que huele a antiguo,
es otro sabor el de la pereza,
quizás es mi alarma para que recupere el aliento.

Mi cabeza siente todo igual,
cantan los mismos pájaros llueve sobre el mismo suelo,
no hay diferencia entre Yo y lo real,
creo que, poco a poco, me despego del sofá.

Y aquí estoy, tan dormida como despierta,
tan feliz como irreal,
tan común como especial,
pero todavía no sé si me quiero levantar.

Dicen mis ganas que me aparque,
dicen mis piernas que no ande,
gritan mis ojos que despierte,
suplica mi corazón que siga adelante.